sábado, 25 de julio de 2009

Los menores y su conducta

Zapatero y sus seguidores vinieron a romper y han roto, vinieron a destruir y han destruido. Cierto que el daño y la maldad siempre han crecido junto al trigo, pero este ataque demoledor de la estructura social y política de la Nación Española responde a una saña bien calculada. Han abierto diferentes frentes desde los que atacan a diario y sin mesura los valores sociopolíticos tradicionales y las costumbres morales y cristianas. Con los distintos medios de difusión a su servicio, van alimentando el derribo y sembrando a cada paso lo ilógico, lo contrario y lo ofensivo. La juventud campea a sus anchas.

La permisividad de la ley favorece el delito; el legislador deberá revisar y reformar el tratamiento del menor. La educación en España hace aguas por todos sus costados; de aquellas LOGSES vinieron estos lodos, la educación sana y consistente es nula en la escuela y deficitaria en el seno familiar de muchos hogares, porque ya a estas alturas han alcanzado el difícil oficio de padre muchos de aquellos niños, víctimas del impropio sistema educativo español, que se ha situado en los últimos puestos de la escala europea. Y la religión nunca se debió preterir, denigrar y reprimir, aunque sólo sirviera de contención y guía de la conducta, ya era algo importante.

La crisis de valores en España es más profunda de lo que se cree y parece; se muestra en el envilecimiento de los hábitos y debilidad de las sanas costumbres. Se ha impuesto el sistema educativo de lo lúdico y lo fácil; vino una ley de educación vacía de contenidos que desechó el estudio y el esfuerzo y se desprendió del trabajo y de las horas de dedicación; se ha caído en el culto a lo accesorio, se ha enflaquecido la capacidad de resistencia y el espíritu de sacrificio, se han oscurecido las creencias en cuestiones ineludibles, sin las que el hombre pierde su consistencia vital y la defensa de los principios inmutables de carácter universal. La gente se aprendió muy bien sus derechos y olvidó los deberes anejos.

Al niño desde la infancia, hay que educarlo en el respeto, en la bondad y la paciencia mediante la corrección diaria e inculcarle la renuncia, el sacrificio y la paciencia; enseñarlo a domeñar el ego y los caprichos, a regir los instintos y las apetencias. No se puede hacer todo, ni hay que probarlo todo; no se le puede conceder todo, ni ceder a sus rabietas. Ha de entender que debe dirigir la animalidad y ejercer la humanidad, que la vida no está en lo fácil, que las cosas se consiguen con el esfuerzo y el mérito, que la familia es el núcleo vital en la unión y el amor y que el amor se mantiene con la renuncia al yo y con la dádiva desinteresada a los demás.

Hoy, al hombre, le han robado la fe en un Dios que es bondad, misericordia y justicia, que perdona y ama y lo han dejado solo a la intemperie y al alcance de las fieras del odio, la violencia y el dinero; está desasido de la idea fundamental, que lo sostenía; sin la contención de sus creencias y principios el individuo cae en el clásico concepto de que todo cabe, todo está permitido; y así, camina sin objetivo, no halla los límites entre el bien y el mal, se desencaja de los marcos de la ley moral y se le obnubila el sentido de la conciencia que dirige los actos éticos.

Al quedar sin la coraza de los valores que lo humanizan, el hombre anda errante sometido a la propaganda de la izquierda radical que camuflada de progresía, trata de imponer su pensamiento de negación y destrucción, hasta arruinar la conciencia individual y social.



C. Mudarra

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