martes, 30 de junio de 2009

Cuando pagar impuestos humilla y esclaviza

Cuando pagar impuestos humilla y esclaviza

Muchos españoles acaban de entregar su declaración de la renta a Hacienda sin entusiasmo, sin espíritu cívico, sintiéndose sometidos y con mucho dolor, convencidos o sospechando que sus impuestos no van a ser utilizados para desarrollar políticas justas, solidarias y orientadas al bien común, sino que, por el contrario, van a alimentar el despilfarro del poder, la corrupción y la injusticia.

Pocas cosas son más humillantes para un demócrata que pagar sus impuestos sin entusiasmo ni espíritu cívico, sólo por miedo al castigo que el Estado tiene reservado a los que no pagan dinero al poder.

Aquellos viejos tiempos de la naciente democracia española, cuando todavía creíamos que nuestros impuestos servirían para construir carreteras, potenciar el desarrollo del país y compensar a los más débiles y necesitados, han pasado a la historia. Entonces pagábamos con orgullo dde demócratas, pero hoy es diferente. Cada día son más los ciudadanos españoles que se sienten vajados y humillados al contribuir con su dinero al carnaval de truhanes en que se ha convertido esta España injusta, corrupta y mal gobernada.

Cada día son más los que entregan su declaración convencidos de que sus impuestos servirán para:

Pagar sueldos excesivos a políticos que no los merecen, a enchufados de los partidos que ni siquiera trabajan, a familiares y amigos de políticos que ordeñan el erario público.

Sufragar el boato abusivo e hiriente de los innecesarios gobiernos locales, provinciales, regionales, autonómicos y central, todos ellos hipertrofiados y cargados de privilegios y aparatos superfluos y demasiado costosos, dotados de tarjetas de credito ilimitadas, coches de lujo, guardaespaldas, secretarias, asesores, conserjes, chóferes y demás servidumbre copiosa de las modernas cortes creadas por los nuevos sátrapas de la democracia.

Alimentar, subrepticia o directamente, la corrupción que infecta a España, con metástasis muy avanzadas en las administraciones, partidos políticos y numerosas instituciones de la sociedad.

Mantener a una casta política arrogante y sin otros méritos que exhibir que el de su mal gobierno, el del despilfarro y el de haber asesinado la democracia, tansformándola en una sucia oligocracia de partidos, de la que el ciudadano, que es el "soberano" del sistema, ha sido expulsado.

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