Bolonia: ¿otra reforma más para la Universidad?
Los que llevamos ya una muchos años en la Universidad, hemos conocido muchos cambios de los planes de estudio. Casi nunca para mejorar lo existente, sino todo lo contrario. Ahora estamos ante una nueva reforma. Muchas cosas se están oyendo estos días sobre el Plan Bolonia. Los estudiantes arrecian sus protestas aquí y allá por lo que consideran una imposición que perjudicará gravemente su formación y su bolsillo. Se dice que la universidad será más cara y que tenderá a la privatización. Las autoridades responsables lo niegan. Se dice también que se trata de copiar el modelo anglosajón. Pero son, por cierto, las universidades norteamericanas y las inglesas las que copan por su calidad los primeros puestos en las clasificaciones que algunos organismos hacen anualmente y en las que no aparece, curiosamente, ninguna universidad española. Veamos en esencia lo que nos traerá la aplicación del Espacio Europeo de Educación Superior. En primer lugar, se homologarán los estudios universitarios en todos los países de la Unión, de tal forma que se fomentará la movilidad de los estudiantes, los cuales podrán cursar parte de sus estudios en cualquier universidad de otro país. No existirán, por tanto, los problemas de las convalidaciones que tantos trastornos han causado hasta ahora a muchos becarios del programa Erasmus/Sócrates. La movilidad es deseable y debe entrar a formar parte importante de los hábitos y de la cultura de nuestros estudiantes. En segundo lugar, los estudios se regularán en los ciclos de grado, master y doctorado. El grado se reduce con respecto a la actual licenciatura y constará, en la mayor parte de los casos, de cuatro años. El graduado tendrá en ese momento un título universitario que le permitirá lanzarse al mercado de trabajo. Los que demuestren capacidad, preparación y vocación suficiente, podrán optar por la especialización del postgrado. Evidentemente, no todos podrán apuntarse a estos estudios de especialización, porque el nivel de exigencia será mayor. Solo los más capacitados, los más aplicados y los más inteligentes -y no los más ricos-, podrían cursar el postgrado. En tercer lugar: Se cambia el sistema actual imperante y rutinario de la lección magistral del profesor ante un alumnado que atiende pasivamente lo que se le explica y a veces toma algunos apuntes, por la enseñanza personalizada, con tutorías y trabajos dirigidos en los que la participación activa del alumno forma parte esencial del proceso docente. Todo esto es bueno y redundará en beneficio de la formación de los universitarios, cuyo aprovechamiento será, sin duda, mucho mayor. Pero puede haber también inconvenientes que hagan fracasar el nuevo sistema. Su aplicación requerirá una mayor inversión económica y un mayor esfuerzo por parte de docentes y de discentes para cambiar una mentalidad rutinaria y aprovechar las nuevas oportunidades y las modernas tecnologías. Una enseñanza más personalizada requerirá un aumento del profesorado y una mayor dedicación en una universidad masificada con cursos muy numerosos. Por otra parte, habrá que dotar a las bibliotecas y a los laboratorios de medios suficientes para atender a la intensa demanda que les espera. Y por último, habrá que abrir el acceso a becas y ayudas económicas a los que demuestren suficiente capacidad y las necesiten. En resumen: no creo que haya lugar para la alarma ni para la protesta. El Plan Bolonia puede ser bueno si se acepta el reto de una enseñanza más exigente y competitiva, regida por la búsqueda de la excelencia y se le apoya con los medios que requiere su puesta en marcha.
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