jueves, 3 de marzo de 2011

La cocaína es de pobres

SALVADOR SOSTRES

Tres de cada 10 españoles son adictos a la cocaína y España es el país europeo donde más cocaína se consume, según destacó ayer en Viena la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Esnifar es de pobres, de pobres y de cobardes. Aunque a la cocaína le llamen la droga de los ricos, por su precio, no hay nada tan pobre, ni que refleje tanta pobreza, tanta pobreza interior, estructural, tu pobre condición humana, como no confiar en tu inteligencia y en tu audacia para funcionar bien sea en tu trabajo o en tu vida social, ante un reto o en una de esas noches interminables de risas y copas.
El dinero que uno tiene indica una clase de pobreza o de riqueza superficial. La auténtica riqueza, como el lujo auténtico, tiene que ver con tu compostura, con tu ritmo interno, con tu manera de afrontar los abismos, con tu modo de darte al amor, con tu brillantez y tu inteligencia, con tu bondad, con tu piedad, con tu compasión. También por tu modo de alzarte y andar cuando lo más fácil sería quedarse sentado, también por tu modo de poner acentos de luz en aquello en que crees, también cuando hablamos para que el silencio no se trague la verdad, también por la irreversibilidad con que somos embajadores de nuestros amigos y de las personas a las que queremos y no consentimos que sean ofendidos en nuestra presencia.
La cocaína es la droga de los pobres, de los cobardes, de la gente que no tiene agallas para vivir de pie y pagar el precio -mucho más caro que el de un gramo-. Van de listos, van de ricos, van de que ellos saben algo que tú no sabes y te cuentan que la sensación es genial. Pero no te lo creas. Son unos pobres desgraciados, almas blandengues, espíritus atrofiados, y además mucho menos listos de lo que creen ser, porque nunca la cocaína nos hizo más inteligentes, ni más capaces, ni más locuaces, ni más atractivos con las chicas.
No hay nada tan ingenuo como creer que te puedes meter coca y que no van a notártelo. Nada tan lamentable como lo pasado que entonces vas, el exceso gestual y las tonterías que dices creyéndote que les estás dejando asombrados por tu agudeza porque te miran boquiabiertos; cuando lo que en realidad les pasa es que no se pueden creer que alguien a estas alturas sea todavía tan estúpido para arruinarse la vida y el prestigio con la cocaína.
Las chicas a las que vas a gustar pasado de coca, créeme, no te convienen. Con ellas, en ellas y a través de ellas conocerás las cloacas más siniestras del mundo, de tu propio mundo. Ningún amor sincero ha florecido jamás de la adulteración y de la estafa, de la mentira que la cocaína pretende, y de la mentira en que te acabas convirtiendo destrozado por su efecto nefasto. Hay que ser muy poco hombre para necesitar supuestos trucos -que además nunca funcionan- y no poder tú solo con lo que te echen. Hay que tener muy poca dignidad para no confiar en ti, en tu humanidad, en tu talento, en tu coraje, en tu esperanza para luchar y para ganar, para divertirte o para gustar.
La cocaína es de hombres que no merecen este nombre. Hay que ser realmente un imbécil para creer que en algo podría mejorarte, o que podría llevarte a alguna parte, y no sabes el ridículo que haces.

 

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