La dimisión de Zapatero, cuestión de salud pública
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El 12 de octubre, fiesta nacional de España, miles de ciudadanos, indignados ante el mal gobierno y la arrogancia ineficiente de Zapatero, exigieron a gritos, en el madrileño Paseo de la Castellana, durante el desfile militar conmemorativo, la dimisión del presidente del gobierno español.Aunque algunos políticos, como el alcalde de Madrid, condenaron la protesta, fue un gesto importante para la democracia española, que recuperó parte de su dignidad perdida cuando los ciudadanos, haciendo uso del derecho que les otorga el ser dueños y soberanos en democracia, abuchearon al mal gobernante, gritándo al que pagan el sueldo ¡Zapatero, dimisión!
Cuando una ciudadanía está sometida por un sistema degradado que ha dejado de ser democrático y por una casta política arrogante y atiborrada de privilegios y ventajas, debe aprovechar cualquier ocasión para demostrar su rechazo y repudio al mal gobierno, a la corrupción y al abuso. Ese derecho ciudadano a protestar es democracia en estado puro.
Si España fuera una democracia auténtica y si la sociedad española fuera lúcida y responsable, sabriamos todos que los datos económicos y el estado de la nación exigen la dimisión urgente de José Luis Rodróguez Zapatero y la convocatoria de elecciones anticipadas.
La estrategia del gobierno de separarse de la crisis como si fuera algo importado del exterior, eludiendo toda responsabilidad en el desastre de la economía española, que según algunas previsiones podría permanecer todavía varios años en el foso, hasta alcanzar la espeluznante cifra de seis millones de parados, es una falacia y un engaño contrario a la lógica y a la decencia porque, en democracia, la culpa del drama siempre es del que tiene el poder y la obligación de combatir el desastre con los inmensos recursos que hoy tiene el poder.
Las medidas de Zapatero han fracasado, una tras otra, como demuestra la situación de España, que es el único país de la Unión Europea que no reacciona y sigue hundiéndose. Ese drama se debe a la tozudez de Zapatero en aplicar recetas contrarias a las que han aplicado los demás países, como el endeudamiento imprudente, la subida de impuestos y el desvergonzado mantenimiento del despilfarro en el gasto público.
La consecuencia de esas medidas gubernamentales ha sido la destrucción masiva del tejido productivo, la desmoralización de la sociedad, el hundimiento del consumo y de la demanda y la creación constante de paro y pobreza, una cosecha tan desastrosa que en cualquier democracia exigiría dimisiones en masa y nuevas elecciones para dar oportunidades a otros equipor más preparados y con otras ideas.
El balance del gobierno de Zapatero es desolador: durante su mandato España se ha empobrecido, el desempleo se ha adueñado de la sociedad y se han ensanchado las fosas que separan a los ricos de los pobres, a los ciudadanos de los políticos y a las derechas de las izquierdas, además de potenciar la insolidaridad, la desunión entre los españoles y la corrupción, sin olvidar que se han consolidado los liderazgos internacionales y vergonzosos que España ostenta en fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, desempleo, destrucción del tejido productivo, prostitución, alcoholismo, consumo y tráfico de drogas, despilfarro público, endeudamiento, avance de la inseguridad, crecimiento desordenado del Estado, manipulación y propaganda del Estado, deterioro de la política y un largo y lamentable etcétera que en un cualquier democracia seria ya habría provocado la dimisión del gobierno en pleno..
Pero Zapatero, que entiende poco de democracia y mucho de poder, se aferra a su sillón y, sin sensibilidad ni sentido de la responsabilidad, seguramente es capaz de hacer como Sansón, que provocó el hundimiento del templo para morir él con todos los filisteos, bajo las ruinas (de España).
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