sábado, 17 de marzo de 2012

Manifestaciones estudiantiles: mucha adrenalina, poca realidad.



  • Estudiantes increpando a la policía.
    MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

    Manifestaciones estudiantiles: mucha adrenalina, poca realidad

    17 MAR 2012 | SERGIO LARRAÍN
    Ya lo sentenció Jardiel Poncela al observar las manifestaciones universitarias de los años treinta: “Los estudiantes salen a la calle para derribar un Gobierno y lo máximo que derriban es un tranvía”.

  • En la antigua Grecia, Platón ironizó sobre la crisis de la autoridad adulta que implicaba el culto a lo joven, “la efebocracia”, mientras que Aristóteles ensalzó el orgullo y la exageración como características propias de lo juvenil.
    Pero la aparición de un activismo juvenil, propiamente dicho, no surge hasta los últimos años del siglo XVIII, con el surgimiento de las primeras revoluciones liberales. Será, posteriormente, durante la primera mitad del siglo XX cuando la juventud adquiera el papel de actor independiente dentro de la política. Esto se debe, principalmente, a dos factores.
    Por un lado, la aparición de la sociología de las generaciones durante los años veinte y treinta: con filósofos como Ortega y Gasset, Karl Mannheim o François Mentré, quienes abogaron por un concepto propio de “generación” que se debería añadir al de clase, grupo político, religioso o étnico.
    Siniestras trincheras
    En segundo lugar, las teorías del psicoanálisis de Freud trasladadas también a la política, donde el arquetipo patológico del complejo de Edipo debía llevar al joven a hacer frente (incluso matar) a la autoridad paterna.
    Es precisamente en ese momento, época de entreguerras del pasado siglo XX, cuando las juventudes adquieren todo el protagonismo político. Siendo, principalmente, los movimientos totalitarios (comunistas, socialistas y fascistas) quienes echan toda la carne en el asador para conseguir la adhesión de los jóvenes en la construcción de sus nuevos mitos ideológicos: el “hombre nuevo” y el “Estado total”.
    Lo que sucedió en realidad fue la instrumentalización de toda una generación por motivos nada juveniles: el poder, la autoridad, intereses económicos, geopolíticos y nacionales. Lo que empezó siendo alegres algaradas juveniles callejeras acabó en las trincheras más siniestras de toda Europa llevándose por delante a millones de jóvenes idealistas. Resultado: el mundo siguió estando en manos de los más mayores.
    Adentrados en pleno siglo XXI asistimos, una vez más, al estallido de lo que se ha denominado, otra vez, como “primavera estudiantil”.
    De un tiempo y de un país
    La juventud en la II República. Las pistolas y los libros entraban juntos en la Universidad en la antesala de la Guerra Civil. La FUE (Federación Universitaria Española), que tanto protagonismo alcanzó en la lucha contra la monarquía y la dictadura de Primo de Rivera, acabó finalmente controlada por socialistas y comunistas teniendo como única oposición primero a la AEC (Asociación de Estudiantes Católicos), luego a la AET (Asociación de Estudiantes Tradicionalistas) y, finalmente, al SEU (Sindicato Español Universitario) de Falange Española.
    Serrano Súñer y la embajada británica. Lo cuenta Vizcaíno Casas en La España de la posguerra. En 1942, Serrano Súñer era ministro de Exteriores y, en aquel momento, con la II Guerra Mundial aún no decantada, eran mejor las relaciones con los alemanes. El SEU convocó una manifestación a las puertas de la embajada británica en Madrid para reivindicar la españolidad de Gibraltar. El embajador británico, Samuel Hoare, telefoneó a Serrano para protestar, quien le contestó: “¿Quiere que le envíe más guardias?”. El diplomático inglés respondió: “No, señor ministro. Prefiero que me mande menos manifestantes”.
    Los sucesos del 56. Fueron el principio del fin del SEU en la Universidad franquista. Una célula del PCE (con Ramón Tamames, Enrique Múgica y Javier Pradera) se infiltró dentro del SEU madrileño haciendo fracasar las candidaturas oficiales a delegados. Un acto de provocación, con la ruptura de la placa en recuerdo a los estudiantes falangistas asesinados durante la guerra, llevó al enfrentamiento en plena calle de San Bernardo, donde un joven falangista, Miguel Álvarez, resultó herido de bala. Franco destituyó a Ruiz Giménez, ministro de Educación, y a Pedro Laín, rector de la UCM. Se produjeron varias detenciones: Tamames, Múgica, Sánchez Dragó, Pradera, Sánchez Ferlosio, José Mª Ruiz Gallardón y Gabriel Elorriaga. Nada volvió a ser igual en la Universidad del régimen.
    La revolución del 68. Hubo una época donde todo progre con aspiraciones afirmaba haber estado en París buscando la playa debajo de los adoquines. La verdad es que la mayoría se tuvo que contentar con un concierto del cantautor Raimon en la Facultad de Económicas de la UCM, al final del cual se pegaron gritos y algunos llegaron a manifestarse. El franquismo sociológico, la gente que los veía por la calle, les gritaba: “¡Estudiantes, a estudiar!”.
    El Cojo Manteca. El 23 de enero de 1987 se celebró en Madrid la mayor concentración de estudiantes en contra la selectividad y las tasas académicas. Convocada por el Sindicato de Estudiantes, próximo al PCE y a CCOO, la manifestación terminó en violentos incidentes que la Policía tuvo que disolver a tiros, resultando herida de bala una estudiante de 15 años, Marisa Prada. Aunque la portada de todos los medios, incluido el Herald Tribune, se la llevó un punki marginal conocido como “el Cojo Manteca” rompiendo farolas y escaparates.
    La Gaceta

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