viernes, 30 de marzo de 2012

Furia nacionalista


La furia nacionalista

RAMON AGUILÓ

Con motivo de los cambios auspiciados por el govern de Bauzá en relación a la consideración de la lengua catalana como requisito indispensable para el acceso a determinados puestos de trabajo en la administración autonómica, así como la implementación de la libertad de elección de lengua en algunos niveles educativos, se ha destapado la caja de los truenos con la que el nacionalismo pugna por mantener el statu quo. Las primeras acciones han sido la huelga de hambre protagonizada por el jubilado Jaume Bonet y la manifestación del pasado domingo, con la asistencia, según fuentes imparciales, de unas 15.000 personas. Bauzá se ha apresurado a mostrar su respeto por los manifestantes, pero que él se debe a la manifestación silenciosa de 220.000 votos del pasado 22 de mayo.
Defender hasta con la vida su dignidad como ser humano es grandeza de algunos hombres. Ponerla en peligro en un sistema de libertades para conseguir objetivos políticos es propio de fanáticos. Manipular a los escolares políticamente es, sencillamente, repugnante. Si aceptamos que desde la Ilustración, desde la razón, la forma de resolver las diferencias políticas e ideológicas en una democracia, es decir en un sistema político que tiene a gala resolver las diferencias entre sus ciudadanos, no por la vía de la violencia ni por la vía de un poder dictatorial, ni por la vía de la imposición de los clérigos, sino a través del voto, debemos condenar los intentos de trastocarlo. Sea a través de la mentira y el engaño, sea a través del brutal ejercicio de contraponer la propia vida a la razón política. Este es el nacionalismo reaccionario que pretende, a semejanza de los ayatolás, imponer la nación a la razón. El que afirma que no somos ciudadanos libres con sus derechos individuales de cuya conciliación se deriva el Estado, sino que estamos determinados en nuestro ser por una nación a la que pertenecemos independientemente de nuestra voluntad. El que afirma que es la lengua, su columna vertebral, la que tiene derechos, no los ciudadanos que la hablan.


Sorprende, no que Maria de la Pau Janer apoye públicamente al huelguista –al fin y al cabo es una nacionalista–, sino que lo haga el PSOE a través de sus máximos dirigentes en Balears. De Armengol ya sabíamos que era nacionalista, ahora sabemos que todos los dirigentes del PSOE lo son, incluso los que no hablan en catalán. Lo grave de su actitud no es el apoyo a una iniciativa que persigue torcer la voluntad democrática de los habitantes de Balears –con esta propuesta se presentó a las elecciones el PP–. Lo grave es su apoyo al chantaje de los fanáticos. Janer proclamó que no se puede permitir "volver a los años del franquismo". Algunos escribidores que tienen ocasión de manifestarse públicamente pocas veces renuncian a inflamarse con la demagogia para recibir el tributo emocionado de la tribu. Pero la señora Janer, quizá por su juventud, desconoce lo que pasaba en el franquismo. No solamente no había enseñanza en catalán, sino que ni siquiera podías dirigirte a la administración en catalán. Ni siquiera en fecha tan tardía como 1978, muerto Franco, pude escolarizar a mi hijo en catalán en una escuela pública, tuve que acudir a una escuela privada –Mata de Jonc–, la única que un esforzado y admirable grupo de defensores de sus derechos lingüísticos había conseguido poner en marcha.
Barceló del PSM, Pilar Costa y Armengol del PSOE, así como el manifiesto leído en la manifestación abundan en sus críticas contra el govern y Bauzá argumentando: "rompe el consenso social y la paz lingüística"; "provoca más crispación y conflictos"; "su política va encaminada a crear conflictos donde antes no había"; "ganar las elecciones y tener mayoría absoluta no te da carta blanca para hacer lo que quieras".
1) No existía consenso social, sino político. La prueba es que el PP no ha tenido más remedio que rectificar sus posiciones anteriores debido a la voluntad de una parte muy mayoritaria de sus afiliados, en su congreso. Afiliados no precisamente de extrema derecha, a no ser que se afirme que el PP es un partido de extrema derecha, y la mayoría de los españoles también. Esta es otra calumnia miserable: todo lo que no es nacionalismo lingüístico es extrema derecha. Un despropósito más. Es verdad, hasta hace poco los defensores del derecho a la escolarización en castellano callaban. Pero este no es argumento para que sigan callando. No son corderos, han roto su silencio. También los judíos parecía que aceptaban resignadamente su suerte en la Alemania hitleriana. Eso no legitimaba a Hitler. Hasta el levantamiento del gueto de Varsovia. Lo dijeron los fundadores del estado de Israel: nunca, nunca más se resignarían los judíos a la suerte que les depararan los gentiles. 2) La paz lingüística estaba fundada en la anulación de los derechos lingüísticos de buena parte de la población de Balears, hecha a sus espaldas. También Francocelebraba la paz del régimen –edificada sobre los asesinatos de la represión– y denunciaba que los desórdenes en 1969 y 1975 eran causados por una conspiración judeo- masónica en connivencia con el comunismo internacional. 3) Ganar las elecciones por mayoría absoluta te obliga sin ninguna excusa a cumplir con el compromiso electoral.


Curiosamente, Oriol Pujol, , secretario general de Convergència, entrevistado por La Vanguardia el pasado lunes, contestando a una pregunta que hacía referencia a la independencia de Catalunya, afirmaba: "Catalunya no es un ente abstracto, Catalunya es su gente y depende de esta gente la posibilidad de decidir". Traslademos a Balears esta tesis: Mallorca, Balears, no son un ente abstracto, un Moloc que exige que le sean sacrificados sus ciudadanos. Son sus ciudadanos los que deciden todo. También sobre cómo se articulan sus derechos lingüísticos. Suelen hacerlo en unas elecciones, votando. Es muy fácil blasonar de democracia cuando se gana, lo difícil es ejercer de demócrata cuando se ha perdido.
Cedes posiciones ante el nacionalismo como se da de comer a la fiera pensando que así va a saciar su hambre, para que se apacigüe. Así lo pensó algún partido de centro en Alemania en 1933. También  Chamberlain y Daladier en 1938, en Munich, que volvieron a Inglaterra y Francia en loor de multitudes. Es un error fatal. La fiera es insaciable. Al final te va a devorar.


Diario de Mallorca, 30 de marzo del 2012

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