viernes, 12 de noviembre de 2010

De Bruselas a Seúl

«Zapatero vuelve a enarbolar la bandera de las energías limpias cuando acaba de comprometerse con el carbón»


TAMBIÉN es mala suerte. Ahora que nos aceptan, como invitados, en el G-20, el foro de las economías emergentes se convierte en campo de Agramante, con Estados Unidos contra China, Europa contra Estados Unidos, Alemania contra el resto de los europeos y China contra todos, que puede convertirse en guerra comercial a escala planetaria. Lo que nos faltaba. Pero China está inundando los mercados con productos baratísimos y Alemania mantiene los suyos gracias al severo ajuste que ha hecho, mientras el resto sufren déficit intolerables. Ante lo que Washington ha echado mano del más viejo de los remedios: inyectar dinero público a su economía, devaluando de hecho el dólar, para abaratar sus productos. El resto ha puesto el grito en el cielo. Así llegamos a Seúl, no para regular los mercados financieros ni para poner sobre nuevas bases la economía mundial, ni para atacar el paro, sino para evitar una guerra de divisas. En vez de avanzar, parece que retrocedemos. Lo que priva hoy en el mundo no es la globalización, sino el «¡Sálvese quien pueda!». Y como no parece haber salvación conjunta, lo que se impone es el salvarse cada cual como mejor pueda. Todo un campo admirable para los especuladores.
¿Cuáles son las propuestas que nuestro presidente ante esta grave situación? Pues como no podía desilusionarnos, Zapatero se presenta con un remedio milagroso, con una fórmula mágica, con el bálsamo de Fierabrás contra el paro: las energías renovables, que crearán, dice, un millón de puestos de trabajo en España y, se supone, millones, mundo adelante.
Parece un chiste. Presentar las energías renovables como remedio de la crisis es como recetar aspirinas contra el cáncer. De entrada, no se trata de algo nuevo. Escribí mi primer artículo sobre la energía solar hace cuarenta años, y sobre la eólica, hace treinta. Y todavía siguen siendo un complemente de las energías tradicionales -el petróleo, el gas, el carbón, la nuclear-, para cubrir las necesidades energéticas del mundo desarrollado. Aparte de resultar muchísimo más caras, por lo que hay que subvencionarlas para hacerlas competitivas y ¿de dónde va a salir el dinero para ello, si no lo hay? Pero es que, además, Zapatero ha vuelto a caer en otra de sus famosas contradicciones: vuelve a enarbolar la bandera de las energías «limpias» justo cuando acaba de comprometerse con el carbón nacional, que contamina más que ningún otro producto, lo que ha llevado a la CE a prohibir las subvenciones al mismo. Contaminador en Bruselas y ecologista en Seúl. ¡Viva la contradicción y muera la realidad! Ese es nuestro hombre.
Imagino la cara de nuestros socios europeos al oírle, si es que se tomaron la molestia de escucharle. Y nos reíamos del bigote de Aznar.

Vía ABC
Foto: lagaceta

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