Por Manuel Molares
Quien siga la información sobre la guerra entre Israel y Hamas en los medios internacionales más respetables y en los españoles más influyentes tendrá la sensación de que habita en dos mundos diferentes: los españoles ven justa la lucha de Hamas y se manifiestan antijudíos, y los del resto de las democracias justifican a los israelíes respondiendo al terrorismo islamista de Hamas.
Los periodistas, como todo ser humano, tienen virtudes, vicios, fortalezas y debilidades. Una de las características más comunes de muchos informadores españoles es el miedo al qué dirán, a salirse del carril políticamente correcto sublimado por “El País” y ahora, más aún, por la izquierda neorromántica de “Público”.
Para los aspirantes a periodistas, he aquí los axiomas que deben obedecer para que no los tachen de fachas y los alaben como progresistas:
EE.UU. es un imperio agresivo. Su Constitución es enemiga de las libertades modernas. No ha colaborado en la democratización del mundo, ni siquiera del comunista. Ha creado Israel para defender sus intereses. Bush, Blair, Aznar, asesinos. Quizás Obama cambie algo.
Debemos apoyar a los que luchan contra EE.UU. como Mahmud Ahmadineyad, que amenaza con destruir Israel, o los talibanes, que matan mujeres sólo por saber leer; aunque, claro, es su cultura, dicen sexudamente, de sexo, conocidas periodistas feministas.
Estamos acosando la fe mahometana. La mujer usa jihab o burka voluntariamente. El odioso judeocristianismo ha impedido el nacimiento de una cultura superior de raíz andalusí, lo que ha traído ignorancia humanística, filosófica, científica, técnica y espiritual. Necesitamos sensibilidad sufí o, como mínimo, budista tibetana.
Si sigue estas ideas el periodista español será considerado progre, una visión opuesta a la de sus colegas de las demás democracias; lo que confirma que informativa, incluso mentalmente, África empieza en los Pirineos.
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