
María Esther Medina
SI ALGUIEN ha creído
que hoy día las aulas públicas están libres de adoctrinamiento político e
ideológico, obnubilado quizá por las bondades del gran trecho existente entre
la asignatura franquista de Formación del Espíritu Nacional y la más reciente
de Educación para la Ciudadanía, déjenme decirles que podría estar equivocado.
Cuando un contenido
se da en forma de asignatura reglada, éste es explícito y por tanto, medianamente
controlable. Harina de otro costal es la ideología política que imparten ciertos
docentes. No han olvidado que la Mano que mece la cuna es la mano que mueve el mundo
y han hecho de su capa un sayo convirtiendo las aulas en plataforma desde la
que moldear a su inmaduro y agitado auditorio excediéndose en su papel de educadores,
llegando incluso a suplantar a los propios padres.
Entre los del lacito
con la bandera catalana y los de la camiseta del «prou retallades», el panorama
es poco alentador. Con todo lo loable que es tener una opinión sobre temas que
afectan directamente al ejercicio de tu profesión y lo lícito que es defender
aquello en lo que crees, el usar como herramienta para ello a menores de edad
en masa, sin contar con sus progenitores y en horario lectivo, es un privilegio
del que nadie con un mínimo de sentido ético debería hacer uso.
Valga decir que es
muy molesto ver incrementado tu horario laboral, doloroso ver mermado tu
sueldo, incómodo tener que cubrir turnos de antiguos compañeros ahora
desempleados.
Bien lo saben algunos
trabajadores de la empresa privada que sin embargo han preferido omitir el
empeoramiento de sus condiciones laborales ante sus propios hijos para no
causarles preocupación y que al contrario que algunos docentes jamás
implicarían en sus reivindicaciones a los hijos de los demás.
Pero, ojo, resulta
que los profesores no reivindican intereses personales, solo luchan por la
calidad de la enseñanza, te dirá algún alumno. ¿Tanta calidad había cuando
había dinero? ¿Cuando la hay es mérito de los recursos y no del profesorado?
¿Enseñan peor desde que cobran menos? Los medios ayudan pero el nivel lo dan
los profesionales.
No nos engañemos,
cuando un profesor se pone enfermo y no se le sustituye, el adolescente da
saltos de alegría. Para adherirlos a su causa no inciden en lo que puede
suponer un verdadero problema, como no cubrir las bajas del profesorado, sino
en lo que más duele al alumno: el posible uso de sillas con tablilla en lugar
de pupitres o la masificación de las aulas, cuando los centros que copan los
primeros puestos de Baleares siempre habían tenido alrededor de 40
alumnos por clase. Lo que había entonces era potestad y respeto para el profesorado,medios
no materiales para los cuales no hace falta financiación sino decisión.
Inocente aquel que
cree que el que calla otorga. Más de un padre ha apoquinado el importe de la
camiseta por temor a que cayera algún suspenso extra y algún otro ha elegido
para sus hijos el catalán como primera lengua de escolarización sin desearlo, a
sabiendas de que abunda el profesorado catalanista gobierne quien gobierne, y
temeroso de que en menos de cuatro años dé la vuelta la tortilla electoral y
sus hijos se vean perjudicados. Que repartan banderitas catalanas en lugar de
la propia de nuestra isla ya ha sacado a más de un padre de quicio.
Si ésta es la
educación pública que algunos defienden,
menos mal que aún nos quedan la concertada y al que pueda permitírselo la
privada, además de, cómo no, multitud de verdaderos profesionales en la enseñanza
pública que ejercen su labor con empeño y especial dedicación. Éstos son los que
saben hacer uso de los recursos cuando los hay, los que los merecen y que aun
así se esmeran cuando carecen de ellos.
María EstherMedina es pedagoga
Articulo leído en El Mundo, 22 de junio 2012
1 comentario:
Y encima obligan a los niños a llevar la bata del Betis
Publicar un comentario