miércoles, 10 de marzo de 2010

Primera república, segunda república...

"Zapatero ha fomentado la fragmentación territorial. Su promesa de aceptar cualquier Estatuto que saliera del Parlamento catalán es un ejemplo de su irresponsabilidad. Y ha creado un problema muy serio cuyas consecuencias son imprevisibles. "

No creo en el destino histórico, ni en la esencia histórica de un pueblo, ni en milongas parecidas. Pensaba estas cosas para mis adentros al leer una reciente Historia de España, escrita por C. Vidal y Jiménez Losantos. Refresca, con amenidad, rigor y buen sentido pedagógico, las grandezas y miserias de nuestra historia. Que de todo hay.

Las astracanadas más destacables, y eso que hay un buen muestrario, se producen en la Primera República. No me resisto a recordar algunos aspectos de esta tragicomedia. Ni Mortadelo y Filemón pueden alcanzar tan altas cotas de grotesco ridículo. Después de reír un rato, escuece la duda. ¿Seríamos capaces de repetir las necedades de nuestros ancestros? Salvando las distancias, por supuesto. No se hace el imbécil de la misma manera y no se baña uno dos veces en el mismo río, como nos enseñó Heráclito.

Veamos. Durante la Presidencia de Francisco Pi i Margall, que creía que las regiones eran entes soberanos que en uso de su autonomía podían declarar su deseo de formar parte de la Federación Española, se produjo una gran desintegración territorial. ¿Les suena?

Por ejemplo, se declararon Repúblicas independientes, además de Cataluña, Málaga, Cádiz, Sevilla, Granada, Valencia y Castellón. Pero ahora no sería igual que entonces. Ahora tenemos ordenadores, teléfonos móviles, aviones, el AVE y un largo etcétera. Haríamos idioteces con mucha mayor rapidez. No se puede comparar.

Pero la cosa no acaba ahí. La República Independiente de Granada (todo con mayúsculas para enfatizar la identidad propia y las esencias inalienables) declaró la guerra a la República Independiente de Jaén. Ahí es nada. Pero las guerras, como las canciones de verano, son muy pegadizas. De modo que la República Independiente de Jumilla declaró la guerra a todas las ‘naciones’ vecinas. Con un par. ¿Cómo se puede dudar de la voluntad independentista de Jumilla?

Así, de ridículo en ridículo, nuestros compatriotas de la Primera República consiguieron unos niveles de caos absolutamente excepcionales. Eso sí, eran muy independientes y celosos de su identidad. ¡Por Dios! ¡Me olvidé del Cantón de Cartagena! ¡Y del noble pueblo de Camuñas, también soberano!

A lo que iba. Las ridiculeces siguieron su curso hasta que la ONG, quiero decir el Ejército se decidió a intervenir. Hubo, incluso, algunas sentencias de muerte por una insurrección de nada en Cartagena. Total, sólo bombardearon Alicante.

En resumen, el general Pavía entró en el Parlamento con la Guardia Civil, y con el apoyo del Ejército, y sus señorías huyeron por las ventanas. El general Serrano se convierte en el quinto Presidente de la Primera República.

Los españoles, como si fueran alumnos revoltosos, habían apedreado al maestro y habían montado una algarabía. Eso sí, con muertos. Además, se habían cargado a una corrupta Monarquía. Pero fueron incapaces de crear un poder político estable. Hubo desorden, descoordinación y caos. Esto no se puede mantener por mucho tiempo. Era la hora de Cánovas del Castillo. Ley y orden. Aunque también caciquismo y corrupción.

Por supuesto, las utopías estaban a la vuelta de la esquina esperando otra ocasión propicia para salvar a la humanidad. Por lo menos salvar a los españoles de la opresión capitalista-terrateniente-fachorra-eclesiástica. Era la Segunda República.

Hubo cosas buenas, como en la Primera República. Pero lo malo superó, con creces, a lo bueno. Naturalmente, la versión oficial políticamente correcta, es que la culpa es de los fachas. Con otras palabras, todo iba democráticamente bien hasta que la derechona dio un golpe de Estado.

El que disienta, ya saben, es de extrema derecha. Me atrevo a recomendar la lectura de: ´Los mitos de la guerra civil’, de Pío Moa. No solamente avalado por grandes ventas sino por las palabras de Stanley Payne. ‘He oído muchas descalificaciones contra Moa, pero poco argumentos’. O sea, ha elogiado la obra de Moa con gran cabreo y hostilidad del rojerío.

Dice Stanley Payne: ‘Para los socialistas, la democracia republicana no constituía un objetivo en si misma, sino que venía a ser un escalón para alcanzar una economía y una república socialistas’. Estas palabras no se citan para sugerir que los nacionales (la derecha) eran los buenos y los rojos eran los malos. No. Ambos cometieron atropellos e injusticias.

Lo que se dice es que, cuando se dio el golpe militar, ya no había ninguna democracia que defender. La fracasada Revolución de 1934 (auspiciada por los socialistas y ERC) es un ejemplo de los falsos afanes democráticos de la izquierda. En resumen, otra vez las utopías nos llevaron al desastre, al caos, a la destrucción. Por no mencionar los siete mil (7.000) asesinatos de religiosos por parte de la izquierda. Algo inédito, cruel y brutal en la historia europea.

Volvamos al presente. Vivimos, actualmente, una grave crisis. Y la crisis económica es la menos importante, aunque también lo es. Tenemos, además, una grave crisis institucional y una crisis moral.

Zapatero negó la crisis económica cuando los expertos decían lo contrario. Estamos pagando las consecuencias, agravadas por unos sindicatos irresponsables y subvencionados que hacen huelga contra los empresarios. Como si no estuviéramos en una economía de mercado. Por otra parte, Zapatero ha fomentado la fragmentación territorial. Su promesa de aceptar cualquier Estatuto que saliera del Parlamento catalán es un ejemplo de su irresponsabilidad. Y ha creado un problema muy serio cuyas consecuencias son imprevisibles. Finalmente, Zapatero trata de romper consensos básicos e imponer valores que sólo representan a una parte de la sociedad. Lo que muestra un peligroso sectarismo. En fin, ¿un nuevo intento de utopía de izquierdas? ¿La Tercera República? Sugiero un título: ‘Repúblicas Confederadas Progresistas’.

¿Se animan?

Sebastián Urbina.

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