YA NO HAY dudas. La clase media será la pagana de la crisis. El presidente del Gobierno confirmó ayer lo que ya era algo cantado desde que Pepiño Blanco, la semana pasada, y la vicepresidenta Salgado, este mismo miércoles, lo insinuaran: habrá subida de impuestos. Zapatero intentó restar importancia a una medida tan impopular advirtiendo que el incremento será «limitado» y «temporal», lo cual es no decir nada porque todas las medidas lo son.
Es evidente que el Gobierno trata de edulcorar una iniciativa que será un trago muy amargo para miles de familias. Ya advertimos que el Estado no podía seguir endeudándose y que había que poner freno al alocado gasto público de Zapatero. Porque una cosa es hacerse cargo de la cobertura social de los parados en época de crisis y otra disparar con pólvora de rey con ocurrencias como la de los 400 euros, el cheque bebé o el escandaloso acuerdo de financiación autonómica para pagar apoyos políticos. Zapatero ha endeudado al Estado hasta límites insoportables y el déficit público marcará a final de año un registro histórico en el entorno del 10%. El Pacto de Estabilidad de la UE obliga a que los países no superen el 3% en 2012.
La situación se ha vuelto insostenible. Eso ha llevado a Zapatero a pasar de negar la receta de la subida de impuestos en el Parlamento, a tener que agarrarse a ella como única tabla de salvación. Primero han sido los impuestos indirectos -recuérdese la subida de las tasas del tabaco y de los hidrocarburos en junio-, y ahora es el turno de los directos y, por qué no, quizás también del IVA.
El PSOE ya amagó hace dos meses con aprobar en el Congreso, de la mano de IU e ICV, una propuesta para solicitar un incremento de los impuestos a las rentas más altas a partir de 2010, iniciativa que al final se abortó por las presiones de CiU. Es ese discurso el que ha recuperado ahora el Gobierno. El ministro Pepiño Blanco ya ha advertido que si es necesario elevar tipos impositivos «de las personas que tienen más renta», entonces «habrá que hacerlo».
Está claro que el Ejecutivo se propone ganar ahora la batalla de la propaganda para salir airoso de una situación que le puede suponer un desgaste político enorme. De ahí que trate de trasladar a la opinión pública la idea de que van a pagar «los ricos» para mantener los subsidios de los más desfavorecidos. Pero ni el Gobierno es Robin Hood ni el agujero de las cuentas públicas puede taparse gravando sólo a las grandes fortunas, que, por lo demás, tienen mecanismos a su alcance para salir airosos ante Hacienda.
A la hora de la verdad, quienes van a salir perdiendo son las personas con renta media o media-alta, puesto que es mucho más fácil, rápido y seguro para el Fisco controlar y recaudar el dinero de aquellos trabajadores que cobran una nómina. Estamos hablando de una nueva vuelta de tuerca a economías que ya han tenido que apretarse el cinturón y que están lastradas en muchos casos por obligaciones, como el pago de una hipoteca.
Pero no es ya que el aumento de la presión fiscal sea impopular; incluso esa medida podría darse por buena si fuera la solución. Lo malo es que estamos convencidos de que no lo va a ser, porque desincentivará la inversión y el consumo. Zapatero, que con sus improvisaciones ha demostrado que no tenía un verdadero plan económico para enfrentarse a la crisis, se ha quitado ahora la careta con una medida que puede tener graves consecuencias para el país, y también para su futuro político.
Vía epesimo
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