martes, 3 de agosto de 2010

Pío Moa

El actual e ilegal gobierno de España, quinta columna del fundamentalismo musulmán ("alianza de civilizaciones") y del terrorismo separatista ("proceso de paz", estatutos anticonstitucionales, etc.), está echando abajo la Constitución, reviviendo los odios de la guerra civil y arrasando el sistema de convivencia democrática construido en la Transición.

Por estas causas, muchos (Vidal Quadras, Cristina Alberdi, etc.) hablan, hablamos, de alta traición y de la necesidad de llegar a encausar por ese delito a estos gobernantes. Sin embargo, la alta traición se define técnicamente como cooperación o incitación a un enemigo exterior para que ataque a España por las armas. ¿Se da tal cosa?

Tanto la ETA o los grupos separatistas como el extremismo musulmán, incluyendo en él a Marruecos, constituyen dos auténticas potencias exteriores, aunque los miembros de los primeros sean españoles legalmente. Sus aspiraciones a disgregar España, a ocupar ciudades o regiones españolas, o a transformar el país en Al Andalus, consigna cada vez más en boga en el Islam radical y en el no tan radical, son manifiestas y no necesitan muchas aclaraciones. La colaboración del gobierno con esas potencias, tampoco, pues está a la vista de quien no quiera cerrar los ojos.

Falta solamente la incitación a las armas. Pero esta no es necesaria cuando el grupo traidor se halla en el poder. Entonces le basta ceder "pacíficamente" a las exigencias de los enemigos del país, a los enemigos de la democracia española. Y es precisamente lo que hace el gobierno, y justamente en nombre de la "paz". Lo cual no hace desaparecer las armas: estas se muestran, de momento, solo como chantaje: "si no hay rendición, no habrá paz".

Por tanto, opino, puede hablarse fundadamente de alta traición, y convendría emprender acciones sobre esa base.

Dejo para otra ocasión el análisis de las concepciones que han llevado a tal abyección a estos siniestros personajes. No son ningún secreto, pero constantemente encontramos que la evidencia es precisamente lo más difícil de percibir.

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