martes, 3 de agosto de 2010

Nación, Estatut y Estado de Derecho

Grupo Ramon Llull

He aquí tres palabras mágicas:

NACIÓN. Palabra sagrada cuya definición es imposible.¿Que es una nación? Un sentimiento. Pero no todo sentimiento condiciona la vida propia y la de los demás. El amor materno no tiene por qué llevar al incesto, ni el sentimiento de pertenencia a la independencia. Todos tenemos apéndice pero no todos apendicitis (Marias).

«Som una nació». ¿Quiénes? Los catalanes. Sí, pero ¿qué catalanes? ¿El millón y medio largo de charnegos españolistas? ¿El millón largo de inmigrantes de procedencias varias? ¿Los negritos del Maresme o los señores de Paseo de Gracia? ¿Quiénes somos catalanes? ¡Los de toda la vida, claro! ¿De qué vida? ¿De cuántas vidas? ¿De cuántas generaciones? ¿Cuántas generaciones de ascendientes catalanes hacen falta para la pureza? ¿Sólo los descendientes de aquella burguesía de la renaixença del paño y del cava? ¿Entran los jugadores no catalanes del Barça? ¿Y los catalanes no nacionalistas?

No me líe, digan lo que digan «som una nació» y no se hable más. Vale ¿Para qué? ¿Para demostrar que tienen un conjunto de tradiciones, folklores, historias, personajes, lengua, música y bailes distintos a los de otros lugares? Sí, ¿y quién niega eso? ¿Se les niega a los gallegos, andaluces, valencianos, vascos o castellanos? A nadie. ¿Y ello impide la pertenencia a un Estado que mundialmente y desde hace siglos se conoce como Estado Español? Sí. Vale, entonces lo de la nació no es más que una disculpa para crear su propio Estado. Acabáramos.

Para eso no es necesario acudir a pasiones injustificables políticamente, ni a zaherir sentimientos ajenos, ni a «joder más con la pelota» como cantaba Serrat. Digan simplemente: Queremos ser un Estado relativa y cómodamente independiente del Estado Español y punto. ¿Por qué? Y aquí hay que retratarse: porque el Estado Español no funciona, porque Cataluña soporta el peso de la economía nacional, porque los andaluces, como las cigarras, viven del esfuerzo catalán, porque si no fuera por la carga de España, Cataluña sería como Suiza, porque los catalanes somos más inteligentes, más trabajadores y más ricos que el resto, porque queremos tener y manejar más dinero que el resto, porque ese dinero sale de Cataluña, porque estamos cansados de que la gente no nos quiera, porque el Real Madrid, equipo españolista, nos ha estado fastidiando hasta la época de Guardiola, porque el idioma catalán es despreciado, por mucho que digan, mientras se impone el castellano en el planeta, porque somos los mejores, porque no queremos compartir nuestro destino con un país pobre en lo económico, zafio en lo social e ignorante en lo cultural, porque somos más serios, etc, etc...

Sáquenlo todo, no se corten, pero dejen eso de nació porque ese es un concepto falso, sin fundamento y cursi, porque las naciones y las tribus han sido nefastas y no son más que pasiones sublimadas abonadas por los políticos para conseguir poder a costa de la vida y la hacienda de las gentes, déjense de mantras y vamos a hablar de dinero. Eso, de dinero.


ESTATUT. Con la colaboración de un presidente del Gobierno absolutamente inconsciente, han redactado una constitución catalana que, gracias a los pactos políticos y a las obediencias debidas, no ajenas a la supervivencia laboral, han aprobado con un 36% en Cataluña. Este Estatuto se ha sometido, como cualquier ley orgánica, al Tribunal Constitucional donde una serie de magistrados nombrados a dedo por los políticos han estado peleando cuatro años entre la política, el poder y el miedo. Al final han osado decir que una pequeña parte del Estatut no es constitucional. «Una afrenta para la dignitat de Catalunya». Pero ese Tribunal, con todos sus defectos, ni ha dicho ni pretendía decir que Cataluña no es una nació, ni que no tenga que tener tal o cual institución, tal o cual competencia, tal o cual exclusiva, tal o cual privilegio. No, sólo ha dicho que eso -y mucho más que se han callado- no se ajusta a la Constitución de l978 que fue aprobada por la gran mayoría de los españoles y de los catalanes y que, para bien o para mal, está en vigor.

Es decir, no es que Cataluña sea esto o lo otro, ni que su dignidad padezca, es que lo que dice ese estatut no se ajusta a la ley fundamental mientras no se cambie. Lo que pasa es que el presidente de Gobierno, excediendo sus funciones, se ha arrogado la representación de España y con la colaboración del sector nacionalista de la política catalana han intentado colar de matute un Estatut por la puerta de atrás, pasando de la Constitución, «sin que se note» y rompiendo con las reglas de juego.

Por lo tanto la sentencia, la pobre y tardía sentencia, no atenta a la «dignitat de Catalunya» sino que protege a la Constitución. Si no nos gusta esa Constitución tratemos de cambiarla, pero no ofendamos al sentido común con levantiscas y atrabiliarias soflamas para provocar pasiones y mover vientos que traerán tempestades para todos.


ESTADO DE DERECHO. Sin respeto a la Ley e independencia de la Justicia no hay Estado de Derecho. El Presidente del Gobierno y su séquito no están mucho por eso del Estado de Derecho y para él y para su séquito lo ideal es el populismo a la hispana con giros castristas y mentiras demagógicas. Esa es la marcha que le va y no el de esa «caduca, casposa y burguesa» Europa del equilibro de poderes. Es la ocasión de nacionalista de aprovecharse porque este tipo es un chollo.

Pero sean valientes. Exijan un referendum y la modificación de la Constitución. Pero ni trampas ni lloros, por favor. Adelante hasta el hundimiento final. Pero tengan cuidado porque si el barco se hunde nos hundimos todos.

El Mundo

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