Reducir el gasto, no, subir los impuestos
Luís Marìa Ansón
CASI TODAS las empresas españolas han hecho un gran esfuerzo para evitar que la crisis, desencadenada en parte sustancial por la torpeza de Zapatero, las reduzca a cenizas. Es tiempo de ahorro y austeridad. La inmensa mayoría de las empresas periodísticas, por ejemplo, que son las que mejor conozco, han demostrado que tienen los pies en la realidad, han prescindido del personal innecesario, han controlado hasta los más pequeños gastos, han adecuado a los ingresos publicitarios en declive los presupuestos anuales. Conozco casos en que se ha ahorrado incluso el chocolate del loro y se ha puesto coto a almuerzos, viajes, teléfonos móviles, protocolos y representaciones. Al mal tiempo se ha respondido con la cara atribulada pero consciente de lo que era necesario hacer. Hay presidentes y consejeros delegados que avanzan por la cuerda floja haciendo todos los equilibrios para evitar el derrumbe.
Existe una empresa en España, sin embargo que se carcajea de la crisis y de los esfuerzos que están haciendo las demás. Es la empresa del Estado. Ante una situación como la que vivimos, agravada porque en el otoño del año 2007 Zapatero no tenía otro objetivo que ganar las elecciones, el presupuesto del Estado debería reducirse drásticamente. La suntuosidad, el derroche, la contratación de funcionarios, asesores y colaboradores, los informes innecesarios, las subvenciones a amiguetes y paniaguados, el nepotismo desenfrenado, la caravana incesante de automóviles, de choferes y de escoltas, los edificios suntuarios, todo ese despilfarro innecesario, si se atajara, supondría una reducción de un 20, tal vez de un 30% en los gastos del Estado.
En lugar de la urgente cirugía sobre el presupuesto, Zapatero ha decidido multiplicar la deuda, incrementar el déficit, gastar a lo loco. Y mentir una vez más a la opinión pública al hablar de brotes verdes y reducción del paro para paliar la derrota anunciada en las elecciones europeas.
Y, claro, como cada vez se gasta más y se ingresa menos, en lugar de hacer lo que hay que hacer, el Gobierno, para cuadrar sus cuentas disparatadas, ha decidido subir los impuestos, empezado por la gasolina. Zapatero estaba en la obligación de reducir el gasto público y elaborar un presupuesto al menos un 20% por debajo del que impuso el año pasado. Pues no. Lo que ha hecho es acudir al expediente fácil y subir impuestos, asfixiando aún más a las empresas y a los ciudadanos.
No había crisis. La había. Era imposible la recesión. Estamos en ella. El colapso es palabra de catastrofistas. Caminamos hacia él, si no se adoptan con urgencia están dos medidas clave: reducir drásticamente el gasto público y bajar los impuestos, para que las pequeñas y medianas empresas creen empleo y prosperidad. Es decir, lo contrario de lo que Zapatero está haciendo.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española
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