domingo, 5 de septiembre de 2010

Nuestra mujer en La Habana

David Gistau

Publicado el Domingo, 5 de septiembre de 2010

Encontrar diez justos en Sodoma habría sido más fácil que dar con un solo ejemplar de lo que Leire Pajín se fue a buscar en Cuba. "Comunistas reformistas", nada menos. Oxímoron que se presta al mismo chiste que Unamuno hizo con la cabecera del 'Pensamiento navarro': o es pensamiento, o es navarro. El caso es que Pajín ha formado dupla con Elena Valenciano, la que dice que si corriste delante de los grises la culpa la tenía Franco, pero si te pega un policía en Marruecos la culpa la tienes tú. Y juntas se han ido a La Habana a impulsar la transición cubana con un término poco traumático que evoca una obra en el cuarto de baño antes que un cambio de Régimen: reformas, reformitas.

"Lo que desean los Castro es rendir la Revolución a Leire Pajín e ir a Londres a esperar el auto de Garzón"

Hace tiempo que uno se pregunta en qué se basa en realidad la relación de este gobierno con el castrismo. Si en la complicidad o en la ingenuidad. Cuando Pajín dice, en una entrevista publicada por 'La Razón' en vísperas de su viaje, que el Che sigue vigente -y que su vigencia es positiva, pues se refiere al Cristo laico del tópico, y no al ejecutor totalitario-, uno tiende a creer en la complicidad ideológica. Entonces, Pajín y Valenciano habrían ido a Cuba a avalar, para provecho de la dictadura, la campaña de imagen originada por esas deportaciones de presos políticos que han sido ocultadas por el eufemismo de la liberación, mientras las detenciones en la Isla no cesan.

Sin embargo, y aquí es donde entramos en la hipótesis de la ingenuidad, también es posible que el socialismo español, igual que creyó que ETA se disolvería sólo porque lo deseaba Zetapé, ahora se crea el catalizador de libertades que Fidel Castro llevaría esperando cincuenta años para salir con las manos en alto y abandonar por voluntad propia el anacrónico quiste totalitario que sustenta su voluntad de poder perpetuo. Lo que más deseaban los Castro es rendir la Revolución, declarar la libertad de prensa y de partidos, restaurar la propiedad privada, e instalarse en Londres a la espera de una imputación por parte de Garzón, pero es que aún no se lo había pedido Pajín, la Hipatia de Benidorm, como la llama Santiago González.

Uno de los momentos cumbre de la ingenuidad política y de la disposición intelectual a dejarse engañar lo evoca Shaw cuando, al regreso de la Unión Soviética, engañado por las aldeas Potemkin, dijo: "Vengo del país mejor alimentado del mundo". Las liberaciones/deportaciones de los presos que ahora malviven en pensiones madrileñas son la aldea Potemkin moral con la que el castrismo finge haber mutado su naturaleza. Por más que se deje engañar, Pajín no dirá que viene del país más libre del mundo, pero sí de uno que ansía serlo con apenas una pequeña ayuda de sus amigos. Entonces, es ingenuidad.

Vía El Mundo


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