La revolución del Malibú
Lo tengo todo planeado. Correremos por las calles. Insultaremos a la autoridad. Llevaré en el iPhone canciones de Ismael Serrano.
Este invierno, la moda es la primavera. Yo me he dejado el pelo largo, me he pintado una estrella roja en el moflete y me he echado a la calle con mis amigos revolucionarios, para exigir el fin de la dictadura de Rajoy. Lo de los recortes es la gota que colma el vaso. El clima político en las aulas de Primaria es inaguantable. Hay niños que llegan a clase con los zapatos limpios, y que no muerden las tapas de los bolígrafos. Y algunos padres utilizan gomina. ¿Se puede ser más facha, xenófobo y machista?
Y en Secundaria, algunos profesores de la vieja guardia obligan a sus alumnos a aprenderse el abecedario. ¡El abecedario! Una arbitraria sucesión de letras inventada por los lingüistas torturadores de Franco. Un atropello. La extrema derecha ha llegado al gobierno como un huracán, posando su bota militar sobre nuestros adolescentes cogotes. Como aceite hirviendo sobre el verdor de nuestra juventud. Pero no nos detendrán. No luchamos contra Franco para esto. Reuniré una noche más a todos mis compañeros de instituto, y en cuanto acabe la repetición de Física y Química saldremos a la calle a demostrar que no podrán silenciar nuestras voces. Nuestros sueños no caben en sus urnas. Seguimos indignados.
Llevan reprimiendo nuestros poemas de libertad desde el 15M. Tal vez puedan derrocarnos con las armas, pero no con el corazón. Y mi corazón es un mirlo enamorado de la paz y la igualdad. La fraternidad la llevo en la mano izquierda, de la que brotan blancas palomas cada vez que me enfrento a la policía; esa policía a sueldo de los banqueros, de los empresarios, de los curas y del régimen dictatorial de Rajoy.
He llamado a Jota y Bronco para saber en qué revolución es el botellón de esta noche. Nada me levanta más el ánimo que luchar por la libertad, corriendo alrededor de las lecheras, después de ingerir seis litros de Malibú con zumo piña. Más que correr, voy a volar. Mi colega Bronco dice que lo auténticamente revolucionario es el kalimotxo, que el Malibú es una mariconada inventada por los burgueses para distraer al pueblo. Discrepo democráticamente. Muevo las manitas al viento. A mí el kalimotxo me deja un aliento horrible y así no hay manera de que Sofía me haga caso. Que una cosa es que vayamos todos por la causa, y otra muy diferente es que algunos no tengamos varias causas abiertas al mismo tiempo. ¿Acaso no somos soldados del ejército del amor?
Tengo que acordarme de llevar esta noche el pañuelo palestino de Benetton y el pasamontañas de Loewe. En la manifestación de hoy, Sofía caerá en mis brazos entre porrazos fascistas a medianoche. Nada más romántico. Nada más idílico. Cuando detengan a Jota por incendiar contenedores por la libertad y contra la injusticia, la abrazaré sobre el asfalto, y mañana seremos portada de Público con nuestros rostros enamorados enrojecidos por el reflejo de las llamaradas de la paz. ¿Es Grecia? ¿Es Egipto? ¿Es el mayo francés del 68? No. Es Madrid. Es Valencia. Es primavera en pleno mes de febrero. Porque ya no hay nada imposible. Bienvenidos al siglo de las emociones, de los sentidos. Abajo el dogma, la razón y la verdad. ¡Viva lo que dicte mi ombligo a cada instante!
Esta va a ser la gran noche de la primavera estudiantil. No pasarán. Un gobierno fascista se ha alzado al poder con el voto de una minoría fascista y una mayoría manipulada. Y hay que acabar con esto. Por el bien del pueblo. Somos jóvenes, queremos cambiar el mundo. Como nuestros abuelos, tenemos derecho a disfrutar de un gobierno autoritario que nos persiga por la vía pública mientras soltamos toda la adrenalina de juventud gritando contra las madres de esos policías opresores.
Hoy saldremos a la calle caiga quien caiga. Contra los recortes en educación y contra lo que sea. Porque es el momento. Y porque tengo una oportunidad de oro para ligarme a Sofía, mi revolucionaria de tez morena, mi hembra de fuego y rosas, mi Ché, pero en chica, en guapa y en limpio. Eso, si es que me acuerdo de llevar la palestina. Me pregunto si me llamarán pijo asqueroso si la rocío con un poco de su colonia favorita. ¿Qué más da? Envidia es lo que tienen. Sofía está bastante mejor que sus ideales. Digo que nuestros ideales.
Lo tengo todo planeado. Correremos por las calles. Insultaremos a la autoridad. Llevaré en el iPhone canciones de Ismael Serrano. La enamoraré con Papá cuéntame otra vez después de romper la luna de un sucursal bancaria, mientras los antidisturbios nos fríen el culo a bolazos de goma. Creo que ya se me está subiendo el Malibú. O la piña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario