miércoles, 11 de marzo de 2009

¡Ojalá el sistema facilitará tanto el cuidado de nuestro hijo como el facilitar que los matemos!

La ciencia confirma la existencia de la vida

Opiniones autorizadas
"Desde el momento mismo de la fecundación, desde el instante en que a la célula femenina le llega toda la información que se contiene en el esermatozoide, existe un ser humano"
Profesor Jeròme Lejeune. Catedrático de Genética de la Sorbona

Certezas empíricas sobre el aborto

Me encantaría que hubiera una ley natural. Tranquilizaría mi ánimo, angustiado por la finitud, tener la certeza de que el universo posee un cierto orden moral, pero reconozco que ninguna defensa de esta tesis me ha convencido. Las llamadas leyes de la naturaleza son otra cosa; hipótesis provisionales que explican por qué, en determinadas circunstancias, tienden a producirse determinados fenómenos, y son válidas hasta la aparición de nuevas hipótesis que puedan explicarlo mejor. O sea, que ni siquiera las leyes de la naturaleza existen en la naturaleza. Son meros enunciados de la ciencia, y las ciencias adelantan que es una barbaridad, sin que ello implique adelanto o progreso moral, que puede haberlo, aunque no a consecuencia de los descubrimientos científicos.


Pero hay un ámbito de certezas empíricas que ni siquiera necesitan esperar a los descubrimientos para justificarse. Por ejemplo, los griegos pensaban que el embrión humano era una semilla de origen exclusivamente masculino que el varón plantaba en el receptáculo de la hembra, no más importante a efectos de la generación que un tiesto con tierra y abono. Los pastorcillos vascos hablaban de cuajo y de leche genitales, cuya mezcla producía embriones como porciones de queso El Caserío. Pero ninguna de estas embriologías empíricas afirmaba que de un embrión humano pudiera salir algo distinto que un ser humano.


Es una certeza empírica —no una moral religiosa- lo que define el aborto como un homicidio. Y, mira por dónde, va a resultar ahora que la religión es el último refugio de certezas empíricas relacionadas con la vida humana, necesarias para preservar la diferencia entre la civilización y el parque zoológico. Por ejemplo, que en el embrión alienta una voluntad de plenitud y de forma que le lleva a completar en nueve meses todo el proceso de la filogénesis (en el caso del embrión humano, el de la filogénesis humana). El progresismo arguye que la humanidad no es algo innato, sino el resultado de una convención cultural y, por ende, jurídica. Se empieza, precisamente, por ese escarceo culturalista con la posibilidad de negar humanidad al embrión humano. De ahí a concedérsela a los gorilas no hay ni medio paso hacia el zoológico, y se acabará dando, con certeza (de momento, moral)

Jon Jorestigui "Certezas empíricas sobre el aborto" (www.elimparcial.es)

Foto: el bebé el primer dia. (Revista Arbil, nº 52)

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