domingo, 16 de octubre de 2011

Una nación no es una lengua


ARTUR MAS MANIFIESTA EL EGOÍSMO SIN ESCRÚPULOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

César Valdeolmillos

“Castilla no ha impuesto su lengua, la lengua de España central. El castellano ha triunfado por la superioridad de sus grandes escritores frente a los de las otras regiones”. Claudio Sánchez Albornoz, historiador español

“…y no le hablo de Sevilla, de Málaga, de Coruña, etc., porque allí hablan el castellano, efectivamente, pero a veces, a algunos no se les entiende. A veces no se les acaba de entender del todo, pero hablan castellano, efectivamente”.

Estas son las palabras con que Artur Mas, Presidente de la comunidad autónoma española de Cataluña, en una respuesta oficial en el Parlamento de su comunidad autónma, puso de manifiesto el egoísmo sin escrúpulos del nacionalismo catalán que ahora, se hace altivo, estrecho e incontaminado y se mofa, margina, maltrata y oprime, aplicando una despreciable Ley de inmersión lingüística a aquellos que pusieron sus hombros y sus riñones, para que sobre ellos se auparan al pedestal de su soberbia racista y excluyente. Y no es la primera vez que manifiestan estos sentimientos concretamente contra el pueblo andaluz, al que ahora han añadido a los gallegos.

Pero hablemos claro de una vez. El catalán nunca ha sido la lengua propia o materna de Cataluña. Esa idea de que allí solo se hablaba el catalán y luego llegó el español y lo fue sometiendo, es totalmente falsa. Cataluña siempre ha sido una parte de España plurilingüe

Para poner las cosas en su sitio, empecemos por decir que mientras en el año 1492 el andaluz Antonio de Nebrija —al que posiblemente Artur Mas tampoco hubiera entendido— publicó la primera gramática de una lengua que procedía del latín: era la Gramática de la Lengua Española o Castellana, mientras que en Cataluña tuvieron que esperar hasta 1933 —casi cinco siglos después— para que Pompeu Fabra, un químico catalán metido a filólogo, se inventara una normativa sobre la base del dialecto barceloní, lengua que se hablaba en Barcelona y que no es más que un remedo que en poco se parece a aquel catalán derivado del provenzal. Con este bodrio, lo que ahora llaman catalán, se convirtió en un dialecto de un dialecto.

Es de este barceloní del que los nacionalistas de medio pelo que ahora ocupan el poder en Cataluña, hacen núcleo generador de su hereditaria cultura y pretenden hacernos creer que es su idioma materno.
Es este barceloní, el que desde la transición, los nacionalistas catalanes han impuesto a través de la inmersión lingüística, no solo en Cataluña, sino que están invirtiendo grandes cantidades de dinero que restan a servicios sociales trascendentales como la sanidad, para imponerlo en Valencia, Aragón y Mallorca. Es decir en todo el territorio sobre el que reinó Jaime I de Aragón.

Pero seamos rigurosos. Si nos sumergimos en los anales de la Historia, podremos comprobar por los documentos existentes que entre el siglo VIII y el siglo XI, lo que se hablaba en el Sur de Cataluña, era el mozárabe, mientras que la parte Norte, se hablaba el Lemosín o provenzal, que tampoco era un idioma, ya que no se basaba en gramática alguna y además se dividía en siete variedades diferentes.

El origen del uso del lemosín, lo encontramos ya en 1200 en el primer tratado de retórica trovadoresca y primera obra gramatical de una lengua románica: Razós de trobar, obra del catalán Ramón Vidal de Besalú, que aplica el nombre de lemosín a todo el occitano. Y en 1220, el trovador occitano Albertí de Sisteron, todavía sitúa Occitania junto a Cataluña, tierras que oponía a Francia, que las había conquistado.

En aquella misma época, lo que ahora denominamos Cataluña, hablaba diferentes lenguas. Por ejemplo: en las Cortes no se hablaba catalán, sino el occitano, una lengua romance de Europa, hablada por unos dos millones de personas y en la que otros diez millones tienen cierto conocimiento de ella, casi todas situadas en el Sur de la actual Francia, concretamente al Sur del río Loira; en Italia en los Valles Occitanos de los Alpes Piamonteses y el Valle de Arán.

De tal modo esto era así, que los poetas, trovadores y juglares catalanes de aquellos tiempos, preferían escribir en occitano, por estimar que era esta una lengua más ilustrada y más bella que el catalán. En ese tiempo, el occitano era la lengua de mayor predominio y ascendencia, que convivía con el italiano o el hebreo que se hablaba en las comunidades judías.
No es difícil imaginar que aquella sociedad era una torre de Babel y que fue la necesidad de entenderse entre sí, la que propició la aparición el castellano como lengua común, para que pudieran relacionarse los habitantes de Cataluña.

Así que vamos a dejarnos de cuentos, milongas y falsedades, como la de que el castellano aparece en Cataluña impuesto por el general Franco o por Felipe V.

En el archivo de la Corona de Aragón, son muy pocos los documentos que se pueden encontrar escritos en catalán. Los hay en latín, en parla aragonesa, en hebreo y la mayoría en castellano. Esta variedad de lenguas demuestra que en Cataluña la lengua natural o materna no era el catalán y que si el castellano se impuso por sí mismo, no fue por imposición de nadie, sino por la necesidad que la gente tenía de entenderse en un idioma común.

Precisamente porque el catalán no pasa de ser un dialecto, el poeta Bonaventura Aribau señala hasta 5 veces en su Oda a la Patria que: "él escribe en "lemosín" y no en catalán y autores catalanes como Montané, Desclot, Luis de Requesens o Juan Boscán, utilizaron de manera preferente el castellano, en lugar de ese dialecto del provenzal que ahora los nacionalistas denominan catalán.
Una nación no es una lengua. Una lengua sí es una nación. Y la lengua común en la que nos expresamos, nos entendemos y nos comprendemos todos los españoles, es el castellano.

Quizá convendría recordar en estos confusos y convulsos momentos que vivimos, las palabras del insigne escritor español de la generación del 27, Francisco Ayala: “La patria del escritor es su lengua”

(Diario Ya)

1 comentario:

Unknown dijo...

Bueno, el hecho diferencial catalán es la única base para mantener un dialecto que más tarde que temprano terminará por desaparecer. No se puede mantener sino es con generosas inversiones y esas inversiones no se pueden retraer eternamente de bienes básicos cómo la sanidad o la educación mientras la comunidad autónoma catalana está en quiebra técnica.

Es cuestión de tiempo que haya una rotación que ponga del revés al catalán cómo instrumento nacionalista para evidenciar las carencias de un sistemapolñitico no ya basado en unas costumbres o tradiciones sino únicamente en un dialecto.