De entrada, la testigo protegido J-70, a la que el tribunal concedió credibilidad, había sido rechazada previamente como víctima del 11-M en dos ocasiones. Es sabido que tras los atentados, muchas personas intentaron obtener la consideración de víctimas, tanto por la indemnización que ello comportaba como, en el caso de inmigrantes sin papeles, porque suponía su regularización inmediata.
J-70, ciudadana rumana, carecía en 2004 de permiso de residencia. El tribunal de evaluación dispuesto por Interior no encontró ningún motivo para considerarla víctima y rechazó su reclamación. En febrero de 2005, 15 días después de que le fuera negada esa condición por segunda vez, y tras ir a la asociación de Pilar Manjón a pedir ayuda para ser regularizada, es cuando J-70 declaró haber reconocido a Zougam. Eso le permitió obtener de inmediato la condición de víctima y recibir 48.000 euros de indemnización, pese a que su relato resultara poco consistente.
Sorprende, por ejemplo, que J-70 no hubiera identificado a Zougam durante sus reiterados intentos ante las autoridades para que la reconocieran como víctima, que se le encendiera la bombilla justo dos semanas después de que la rechazaran -en una resolución que ya parecía definitiva- y que lo hiciera, nótese bien, casi un año después de la masacre. Además, aseguró que viajaba en el tren junto a una amiga rumana -la tercera testigo protegido en el juicio- pese a que ésta, cuando fue declarada víctima, no dijo que ella le acompañara.
Es cuanto menos chocante que J-70 -considerada por los técnicos una impostora, hasta el punto de que llegaron a descartar su presencia en los trenes- pasara de repente a ser valorada como uno de los testigos fundamentales. Pero más grave aún es que todas estas circunstancias no se incluyeran en el sumario y se le omitieran al abogado de la defensa. Y a la vista de lo que hoy sabemos, resulta espeluznante repasar las actas del juicio en la Audiencia Nacional. Porque cuando dos letrados plantean su lógica extrañeza por el hecho de que la testigo tardara 11 meses en reconocer a Zougam, el presidente del tribunal, Gómez Bermúdez, les interrumpe de forma abrupta y les obliga a cambiar de asunto.
Por si no hubiera suficientes elementos para poner en cuarentena la verosimilitud de los testimonios contra Zougam, nuestra investigación revela que los tres testigos que dijeron haberle visto en los trenes son rumanos, que los tres carecían de papeles, que los tres residían en el mismo barrio de Alcalá de Henares, que los tres compartían el mismo círculo de amistades y que los tres identificaron únicamente al marroquí después de que la Policía mostrara públicamente su imagen presentándolo como autor de la masacre. Habrá quien argumente que todo puede ser fruto de la casualidad, pero también quien vea motivos sobrados para interponer una querella por falso testimonio.
No hay que olvidar que por esos testimonios que el tribunal consideró «sin fisuras», únicamente por ellos, Zougam fue condenado a más de 40.000 años de cárcel como autor material de los atentados. Ninguna otra prueba medianamente consistente le incriminaba en ese insólito juicio del 11-M en el que, como ahora vemos, quien fue considerado impostor acabó siendo testigo de cargo.
Hoy, Día de la Constitución, conviene recordar que la Justicia, viga maestra del Estado de Derecho, se fortalece cuando es capaz de corregir sus errores.
1 comentario:
Inconsistencia sublime de un caso que ha pasado de ser el atentado más grave de la Historia de España a ser un puntal básico para considerar lo incompetente que es le Justicia en España.
¿Cuando va a devolver el dinero la Rumana o no es de nadie cómo dijo la Calvo?
Un saludazo.
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